Si bien la historia de la humanidad la construimos todos los que participamos de uno u otra manera, esta misma historia le da la oportunidad solo a unos pocos de trascender con nombre y apellido, su propio tiempo y ser reconocidos por futuras generaciones tanto por sus logros como por sus errores.
¿Cómo no reconocer los aportes al progreso de la humanidad de Albert Einstein o Madame Curie; la lucha por la igualdad de los derechos civiles de Martin Luther King: las genialidades de un Beethoven, una Frida Kalo o Jorge Luis Borges, por nombrar solo algunos?.
En la política, los presidentes (entre otros funcionarios) reciben esa oportunidad con una doble responsabilidad: la que le impone la honorabilidad de su propio nombre y apellido y porque esa oportunidad le deviene del voto de un conjunto de ciudadanos que confiaron en el buen uso del poder en beneficio de la sociedad.
En la historia Argentina, parece cumplirse el axioma que sostiene: "en los presidentes que accedieron a dos períodos consecutivos de gobierno, el primero es generalmente bueno, pero los desaciertosy errores del segundo, opacan buenas medidas u acciones, de modo tal, que la historia los "recuerda" no solo como mediocres, sino tan solo "olvidables".
En nuestro caso, desde la recuperación de la democracia en 1983, solo dos presidentes se ubican en este contexto: Carlos Menem y Néstor Kirchner (en este último caso, todos sabemos que si bien la titularidad del PE es de Cristina, la decisión final la toma Néstor).
En el caso de Menem, su primer período de gobierno comenzó con un gran impulso modernizador, quizás demasiado volcado a las políticas neoliberales que aparecían como "la panacea" en la década de los 90 y que tan graves consecuencias provocaron en los años por venir. Mucha de la obra realizada por el entonces presidente, tiene un costado discutible, sobre todo en las formas de llevarlas a cabo (abuso de superpoderes, favoritismo, poca transparencia etc) pero, los que transitamos por los caóticos años 70 - 80, sabemos o recordamos los permanentes vaivenes de una economía que nunca terminaba de cerrar, los estallidos sociales, la espera de servicios públicas que podían llegar a tomar una vida (ej la espera por teléfono particular era de entre 15 a 20 años). Efectivamente, considero que la Argentina de los 90 necesitaba un aire renovador y modernizante.
Sin embargo, junto a las mala formas de hacer política, llegaron: el exibicionismo, el tráfico de armas a Croacia y Ecuador; las denuncias de impunidad en relación al atentado de la AMIA; la infinidad de denuncias de corrupción de funcionarios, el famoso "robo para la corona"; las "relaciones carnales" con el poder económico internacional y tanto más. Lo peor, a mi entender, fue el comienzo de un camino sin retorno hacia el 2001 con la pérdida de credibilidad en las instituciones, entre ellas del rol de los Poderes, de los partidos políticos y de la política.
En el caso de Néstor Kirchner, hay un recorrido diferente y a la vez parecido. Algunas buenas decisiones, como la política de defensa de los Derechos Humanos o una mayor presencia del Estado frente a los intereses saqueadores de grandes grupos económicos, se ven minimizados, casi olvidados por las formas de hacer política, el autoritarismo, el clientelismo político, la permanente descalificación del oponente, la intolerancia al disenso, la manipulación de la información, el escandaloso crecimiento del patrimonio del matrimonio gobenante y tanto más. Y lo de mayor preocupación: el deterioro de las instituciones republicanas sigue creciendo.
¡Es preciso volver a los valores republicanos y democráticos fundantes del sistema político! ¿Acaso es imposible esperar de las futuras dirigencias del país dejar de pensar en "pequeñito" y avanzar hacia razonamientos más inclusivos y solidarios?
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario